Aunque los cinófilos franceses reivindican la paternidad y los orígenes de este perro, no existe ninguna duda que éste es el resultado de cruzamientos entre el Harrier y el Beagle, realizados por los criadores ingleses y, sobre todo, por los propios cazadores que querían un perro más veloz que el pequeño Beagle, capaz de mantener el paso de los caballos al galope. Estos cruzamientos se realizaron en el siglo XVII y al principio no fueron bien vistos por los cinófilos anglosajones que querían mantener la pureza de líneas de las dos razas. Exportados más tarde a Francia, obtuvieron rápidamente un gran éxito siendo precisamente un francés, el barón Gérard quien, basándose en las características de sus Beagle Harrier, estableció el primer estándar de raza. Sólo de este hecho nace el equívoco de que podría tratarse de una raza de origen francés, equívoco que luego fue corroborado por la presencia de un gran número de estos perros en tierra francesa, donde encontraron una adecuada utilización sobre todo, en la caza del corzo.